Leyenda "La Bruja de Escazú"
Cuenta la leyenda que esta bruja era negrita y una de las últimas brujas del pueblo más renombradas, que habitaba al norte de la Iglesia del centro de Escazú.
Se dice de ella que una madrugada fue descubierta por su abuelo Talí completamente desnuda, en media quebrada que pasaba atrás de su casa, y en trance. Al sentirse descubierta, le dijo la hechicera a su abuelo que a nadie le contara lo que había visto. Paternalmente él le respondió: “Oh, María, ya está haciéndole daño a alguna persona”.
Pasado algún tiempo, el abuelo contó el hecho a algunos vecinos de su confianza y se dice que pocos días después fue castigado por la maldición de su bruja nieta; pues comenzó a darse cuenta de que a medianoche caían algunas boñigas sobre el tejado de su casa y las vacas desaforadas pataleaban y parecía que iban a romper los horcones y barandas de la casa. Salía a ver lo que pasaba… y nada había de raro; todo tranquilo, pues sólo se percibía el olor de las boñigas.
Días después, en un descuido del abuelo Talí, uno de sus pequeños fue hallado muerto a causa de una golosina inofensiva que lo había ahogado. Y para peores males, cuando tenía que ir allá por El Jaboncillo, cerca del sitio del Hatillo, a desyerbar la siembra, al pasar por la casa de la maléfica mujer se le ponía atrás una chancha grande y negra con su cría de chanchitos que le mordían las piernas y lo perseguían a su antojo. Talí se defendía con su cuchillo, pero no lograba ni ahuyentar ni matar a los animales; tal su agilidad sobrenatural.
Esto duró unas semanas después, hasta que murió la bruja; y agrega la leyenda que ese día tembló muy fuerte y con retumbos y que la vieja casa de barro de María la Negra se desplomó, quedando totalmente destruida por el sismo. De ahí en adelante, el abuelo Talí gozó de tranquilidad completa y permanente.
Otras Leyendas Populares
Cuenta la leyenda que fue el tercer hijo varón, parrandero y vago de un gamonal de Escazú. Siempre echado de día, en las noches envolvía un yugo en cobijas, lo ponía en la cama y se escabullía a parrandear.
Hace mas de doscientos años, en un pueblito de Cartago, vivía una hermosa mujer, la más bella del pueblo. Linda como una rosa, de curvas pronunciadas, hermosísimos bustos, piernas torneadas y una cara sin igual; sin embargo era la muchacha muy orgullosa.
Cuenta la leyenda que una bruja vivía en un caserío del antiguo San José, pueblo de carretas, gente sencilla y creyencera; la bruja estaba enamorada del más gallardo de los muchachos del pueblo.
Era otra época, eran otros tiempos; y el pintoresco poblado de Aserrí, estaba gobernado por un español ilustre y bien parecido; Pérez Colma era su nombre y muchas las miradas femeninas que seguían sus pasos y muchos los corazones que suspiraban por el apuesto hombre.
Esta era una viejita que vivía cerca del río Virilla en una casucha destartalada por el tiempo, usaba para taparse del sol un gran sombrero de “tule”, hoja amplia de la planta del mismo nombre.
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.